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terça-feira, 18 de agosto de 2009

La identidad en movimiento

La experiencia del exilio lleva a las personas a confrontarse con la propia identidad, en algunos casos con la pérdida de esta y en otros con la posibilidad de transformación.

¿Patria es la tierra donde nací? o ¿patria es la tierra donde hubieses querido nacer?, ¿es mi infancia, o mi idioma?, ¿la nostalgia de algún lugar, o tal vez sea el cuerpo de la persona amada?, ¿porqué no?, hay una infinidad de definiciones de patria, me gusta el pensamiento de Enrst Bloch cuando dice que patria es un proceso. De todas maneras todas las definiciones se relativizan cuando es un exiliado a formularla.
Es un natural reflejo de sobrevivencia el del exiliado que identifica su identidad con la patria que debió abandonar; recuerdo a mis amigos chilenos exiliados en Europa que eran – o se sentían – fundamentalmente chilenos, así como los exiliados curdos identificándose como curdos, y si tenían alguna profesión eran actores chilenos, psicólogos argentinos, médicos curdos, ingenieros rusos; la nacionalidad del exiliado imprimía su identidad. De esto hace algunos años, la sociedad era menos líquida y seguramente el concepto de identidad era otro, como también era otra la percepción del exiliado. Hoy aparentemente el exilio político parece ser menor, (al menos en relación a Europa) aumentando aparentemente el exilio económico (fundamentalmente en relación a Europa), o al menos es esa la información que se pretende pasar, como si un exilio no fuese consecuencia del otro.
De un modo u otro el exiliado sigue llevando consigo la propia patria como identidad, aferra y asegura los recuerdos, las costumbres y sus gestos, reproduciéndolos, repitiéndolos en el exilio, extrañando el territorio que lo hospeda con su extrañeidad, resistiéndose o asimilándose a él. Su identidad sufre una transformación que se afirma contaminándose o que se contamina afirmándose, así que en el exiliado la patria y la identidad son procesos, como en cualquier otra circunstancia, solo aún más claros.

Los Saharawis son un pueblo nómade en el exilio desde 1975, la gran mayoría de ellos sin memoria de la patria que tanto añoran, nacidos en el exilio jamás tuvieron la posibilidad de estar en ella, combaten por un espacio que perteneciéndoles les es ajeno. Un pueblo nómade que vive en el desierto, una de las injusticias más vergonzosas se nuestros tiempos, una metáfora de la resistencia, de la identidad en movimiento, de las contradicciones de una globalización que margina, que destruye lo que no puede fagocitar. Un hecho eminentemente político y también un impulso para una reflexión que desarrolle un pensamiento sobre el exilio en nosotros mismos, sobre la identidad en transformación, sobre lo que somos y lo que podríamos ser.

Norberto Presta